martes, 1 de septiembre de 2015

Red de mujeres latinoamericanas y del caribe en España
Organiza y capacita promotoras de luchas contra todas las formas de violencia de género.

Me levante temprano como todo los días, estaba en la segunda planta, dándole seguimiento a los espeluznante feminicidios de Cuenca. Los violentos obedecen a un patrón global parecido, los mecanismos violentos no son diferentes en cada escenario y el papel de los medios de comunicación hace lo suyo allá y aquí, es como si fueran unos expertos en maquillaje abstracto del dolor, saben cómo darle la vuelta a la perversidad que vivimos las mujeres.
Llevo más de la mitad de mi vida en la lucha contra toda las formas de violencia hacia las mujeres, y no me asusta el odio manifiesto que tienen los hombres hacia las mujeres, en mi país es más bestia, más cruda. Aquí no es tan diferente, para ser un país desarrollado, considero que la violencia también está desarrollada. A nivel que las mujeres y las jóvenes ni siquiera saben cómo identificarla, está enmascarada. Es grave lo que pasa en el mundo de las mujeres.
Un día gris, no se movía ni una hoja de las plantas de la vecina, aquí en la terraza solo ella tiene un precioso jardín y el calor continuaba. Sabes que cuando llueve a mares (no son tantas las veces), me subo a la terraza para hacer un traslado hasta mi casa. Cuando estoy detrás de la cortina de agua y con el olor a tierra mojada estoy en Paiwas.
Recibí una llamada a mi móvil, era “Elena”, tenía días de no saber de ella, la última vez que hablamos fue para contarme que se había muerto el señor al que cuidaba. Otra vez se había quedado sin trabajo y teníamos que hacer planes de búsqueda. Lo que nos funciona a las migrantes es el boca a boca. Hasta eso es injusto, solo ofrecen trabajo a mujeres, dirían: ¿De qué se quejan? Cualquier persona con dos ojos, dos manos, dos pies y el sentido común puede cuidar. Pero no, es como si solo nosotras pudiéramos hacerlo genéticamente y encima te pagan menos. Que mierda.
Su llamada, no me sorprendió ni todo lo que paso aquel día. Bueno si me sorprendí  pero mucho después, es que ella decidió seguir con su vida.
-          ¡Hola! Perdone que le llame a esta hora, estoy en la calle, no tengo llave de la casa, ni dinero, ni bono y no supe a donde llamar. “Julio” me pegó y me dejó tirada en el pasillo. Grite a más no poder, pidiendo auxilio, nadie me asistió, pero creo que mis gritos hicieron que “Julio” saliera corriendo o no era hora que  me matara.  Puedo irme a su casa, mientras le pasa la cólera, él es bueno pero cuando está tomado me hace esto.
La vos al otro lado del teléfono era entre cortada, había ruido de coches y pasos con tacones, arrastrando algo, mientras escuchaba su vos mi mente volaba a miles de kilómetros, recordando qué hacer, lo que sabía hacer allá y qué se debe hacer aquí y ahora.
Claro mujer vente, solo que no toques el timbre que el señor que cuido está dormido, ¿dónde estás? Ya no la escuche me había colgado. Doble el periódico, me cambie de ropa y puse un sms al grupo de wasap de promotoras de lucha contra toda las formas de violencia contra las mujeres, organizado la Red Latinoamericana de mujeres. Contándoles un poco de la situación de “Elena”.
“Mujeres he recibido una llamada de una compa que sufre malos tratos, ahora viene a casa, ya les contaré cuál es el deseo de ella, en qué le podemos echar una mano y si se anima a poner denuncia”
El móvil parecía poseído, no paraba de vibrar. Abrí la puerta y estaba “Elena” con su vestido azul, y una bolsa grande con cosas, no supe que llevaba ahí.
Nos fundimos en un abrazo y nos quedamos un ratito sin decir nada. A ella la conocí en una cafetería hace como un año. Esas cosas que pasan y donde piensas que en este mundo ya no cabe un alfiler. Hice una llamada a un teléfono para preguntar sobre una oferta de habitación, y justo en la otra mesa suena el teléfono y la mujer contesta pero a la vez me mira, y dice usted me está llamando.
Estaba con “Julio” parecían una pareja normal y corriente, donde perpetua el amor y el respeto. Ese día nos hicimos amigas y arreglamos lo de la habitación. Ahí viviría Alicia, una mujer que había vivido malos tratos. Estaba harta y no quería saber de mariscal, como ella llamaba al ex esposo.
Hablábamos siempre y los fines de semana solíamos encontrarnos, para un café y hablar, también la conocí aquí en los madriles.
Alicia vivió en aquella habitación solo dos meses, no le gustaba el trato que le daba ese hombre a su mujer, le recordaba mucho todo lo que ella había vivido. Buscamos otra habitación. Seguro que cualquier día pasan cosas graves en esa casa, presagió.
“Helena” y yo entramos a casa, cerré silenciosamente y subimos a la terraza, ahí hablamos como una hora, luego bajamos a la cocina para hacernos un café, ella prefirió un té de Tila y un paracetamol.
Me contó todo su calvario, y le dije: estamos hartas de que se siga maltratando a las mujeres, necesitamos tener paz y sosiego, por eso nos estamos organizando. Y si en algo estamos seguras y que funciona, es que la unidad hace la fuerza.
Revise el móvil ya no vibraba pero el wassup tenía cuarenta y siete mensajes del grupo de promotoras. Las sugerencias y recomendaciones llovían, hacer la denuncia como paso primordial, activar el grupo de autoayuda y acompañamiento, y buscar un lugar para su estancia. Una compa chateaba desde Perú y la de Venezuela dijo: “Chicas no estoy en casa pero puede quedarse los días que necesite, mi vecina tiene las llaves”
Ana, Roxana y Aida, dijeron hay que ir al médico y luego a la policía, tú no te preocupes que nosotras la acompañamos.
Le pregunte ¿Qué quieres hacer, qué te apetece? Después de escucharla, largo y tendido llamamos de aquí mismo al 016, nos atendió una mujer amable y nos pasó con la abogada que nos orientó sobre los pasos que hay que seguir. 
A las once el señor que cuido ya se ha despertado, tengo que hacer mis obligaciones de interna, ya no puedo seguir tan de cerca acompañando. Dos mujeres del grupo de promotoras llegaron a la una y se fueron a la estación de Policía.
Fue una faena de dos días, también de peleas. La Policía no quería tomar la denuncia. Para la declaración de la mujer queríamos una abogada experta en violencia de género, no queremos paños tibios o deslices de las autoridades ante esta temática. No importa si tenemos que vivir entre policías y juzgados. No soportamos que sigan matando a las mujeres.
Los comportamientos de las mujeres violentadas ameritan un acompañamiento humano, cercano. Reconozco que las llamadas iniciales al 016 son efectivas, pero enfrentarse luego a la policía, al fiscal o al juez ya la cosa va cambiando, porque te acechan los miedos que llevas metidos en el cuerpo, te aflora todo el calvario del que vienes y encima te encuentras con unas personas insensibles al tema. Creemos que el acompañamiento, sana y empodera.
Julio fue preso el lunes y el martes el juicio. Nos turnamos, las que podían acompañar, fueron otras, todas estamos en sintonía. Aquí no aceptamos, ni toleramos que se juzgue a la mujer violentada.
Hubo momentos en que Elena flaquea y dice “Quiero retirar la denuncia”, el silencio se apodero del círculo, ya estábamos a las puertas del juicio. Una regla nuestra es la escucha atenta, respetar el deseo de la mujer, ofrecerle la información necesaria. Dijo una Mujer: estás en tu derecho, si no quieres te acompañamos de todas maneras, lo único que deseamos es que estés bien y segura, que no te vuelva a pasar nada de lo que ya has vivido.
Entramos al juicio y ya ante la jueza era otra, tenía las manos sudadas y nos observó una a una, luego clavó los ojos en el escritorio de la letrada. Contó a la jueza todo lo que nos había hecho saber a nosotras. También contó  que en una de esas veces ya la había matado. Le dio un golpe, ella perdió el conocimiento y luego ella recibió asistencia de él.
La metió en la bañera y le lavo las heridas de la cabeza con agua fría. “La pila estaba llena de agua ensangrentada, y yo estaba entre sus brazos, me dijo que él me amaba y que él nunca me quería hacer eso, que fue un accidente. No llame al SAMUR ni a la Policía, él no quiso”.
La sentencia fue favorable, Elena era otra y nos dimos un abrazo de osas colectivas. Salimos de ahí con una orden de alejamiento, con mucha hambre y convencidas que una mujer migrante violentada y sola, es doblemente vulnerada, que juntas somos más.
¡Por nuestro Derecho a vivir una vida libre de Violencias! #3EncuentroRed




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