viernes, 19 de junio de 2015

La mar, que quiero navegar.



La mar, que quiero navegar

Una mar de playas inmensas, para mí, una desconocida. 
Sé que hay, que puede haber, que conozco y que no, o no lo suficiente. 
Más allá de tus ventanas, la mar parece calma, dormida y necesitada.
Los volcanes duermen, por años y por siglos, 
Los mares calmos, hasta que su alboroto remueve la paz, cierra las ventanas, ruge, se ríe, canta y también llora. 
Despliega las alas, mese sus barreras y desmonta las fronteras, la tempestad ha llegado, y la calma también. 
¿Cómo será navegar en tus aguas?
¿Intrépida y experimentada navegante? lo suficiente para no rendirme fácilmente, no me atrevo y no me atrevería a subestimar la paz que veo desde las ventanas, grandes cristales de miel dejan entrar y explorar tu mundo.
Desde esta distancia, la silueta madura de una mar, calmadamente embravecida, quieta, distante.
Rocas lucias por la danza, las montañas golpeadas por la vida, el suelo segmentado porque pasó el desarrollo, las grietas sedientas de ser explorada. 
Ahí, donde se esconde la vida, el todo y la nada, los mitos y los prejuicios, el miedo y la aventura, lo experimentado y la estupidez, lo crudo y la crueldad, lo viejo y lo cuadrado.
Ahí, donde aguarda la fuerza y la paciencia, la nostalgia y la tolerancia, la libertad y el encierro, las barreras y las leyes, las caricias y la timidez.
Tengo que navegar, el sol ya me mira, me levante primero que él, la sangre se derrama y hoy hay flores en el campo y calor sobre la vela.

Las ideas húmedas, viajan sobre la mar que quiero navegar, dejarme arrastrar por el viento, entrar en su ventana, desplegar las cortinas, retozar en sus aguas y salir ilesa de la escuela de la vida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario