Si tu hija, tu nieta, tu hermana, tu vecina, tu amiga, se
viera en esta situación ¿cuál sería tu reacción?
En el mundo global hay algo que
apesta, que huele fatal, que todas lo sentimos pero, que por una u otro motivo, ni lo hablamos, ni lo
cuestionamos y mucho menos que queramos
cambiarlo. En comparación con la masa global de población humana, las
activistas somos pocas y mayoritariamente mujeres.
Todas sabemos desde la escuela
que la familia es la célula fundamental de la sociedad, y así lo recoge la Declaración Universal
de Derechos Humanos, ¿La familia es un patrón adecuado para ser la base de
la sociedad? También pienso que la
familia es importante, pero necesitamos depurar cosas que pasan y se silencian
en las cuatro pareces donde habita el núcleo familiar. Según el estudio de las Organización de Naciones Unidad
uno de los mayores maltrato a menores es el abuso sexual, por supuesto que el
que menos se denuncia. El agresor es un hombre y ocho de cada diez denuncias el
agresor es el padre, esposo o pariente cercano.
¿Cuántas niñas y niños son
violados en los hogares? ¿Cuántas menores son embarazadas y obligadas a parir,
cuantas niñas han parido a sus hermanos en casa del violador, de
cuanto casos sabemos y cuando hemos hablado de ello?
¿La cultura del miedo, la doble
moral o la enajenación son las causas o efectos para tolerar a los violadores dentro de los
hogares, desde cuando tenemos violadores en las familias y porque no hablamos
del tema? Una familia que silencia, convive y tolera la felonía no producirá nunca
buenos ciudadanos, y si la familia esta mala, la sociedad estará podrida, no
puedo entenderlo de otra manera.
Mientras acompaño a la persona
mayor que cuido a ver el juego de la fiebre del futbol, leo, comento y retwiteo
sobre la niña violada, embarazada de Paraguay, su madre esta presa, el
delincuente anda prófugo como todo los cobardes que huyen después de hacer
daño. El estado y la sociedad muy bien gracias. ¡Es que me da algo!
Algo huele mal, el hedor es un problema
global, como global también son las soluciones paliativas que existen para
tapar, olvidar, mirar para otro lado, anestesiar con pan y circo (futbol,
baseball, tauromaquia, …) drogas o medicamentos que tienen la misma función de enajenar.
La estrategia de enajenación a
las masas es una práctica que arrastramos desde los gladiadores romanos, y que
se vive cada día en cada sociedad. Mientras la fiebre de futbol está en su máxima
temperatura, hay Feminicidios (mujeres asesinadas por el echo de ser mujeres),
violadas, embarazadas obligadas a parir, abortos clandestinos, maltratadas, hay
mujeres secuestradas, mutiladas, torturadas, desaparecidas y no pasa nada.
Hasta puede ser una mujer cercana a la persona anestesiada.
Si somos enajenados ya sea por
pan y circo, por pastillas u otro tipo de droga, somos incapaces de percibir la
realidad del entorno, y como estamos en esa condición llegamos hasta a ver como
“normal” los abusos de poder, el feinicidio, la corrupción, las
violaciones, los malos tratos, las vejaciones en general.
Si tu hija, tu nieta, tu hermana, tu
vecina, se viera en esta situación ¿cuál sería tu reacción? Mi reacción no
puede ser de aparenten normalidad, estoy harta de que se siga pensando que la
familia es un lugar seguro, donde no pasa nada,
donde se debe seguir defendiendo como una base importante en la sociedad.
En la familia, las mujeres, las niñ@s y las adolescentes viven: Incesto,
violaciones, malos tratos, aislamiento, control y privatización del cuerpo y la voluntad, las
mujeres aguantan porque el estado no es garante o crea parches insuficientes
para respaldarlas.
La niña de Paraguay solo tiene diez años, no tiene rostro, y ya
es una causa global, un icono que nos quita el sueño a las que queremos que
siga siendo niña, a las que queremos que crezca sin prisa, a las que queremos
que siga en la escuela, que juegue, que grite, que corra, que baile, que lea,
que haga lo que todo niño hace a su edad, que pueda abrazar a su madre, y besar
el viento mientras la arrulla.
Y pasan los días y la niña sigue con su calvario, sigue con su
pansa a cuesta, sigue a la espera de la voluntad de los que no saben qué es
eso, sigue entre el delgado hilo de la vida y la muerte, entre lo indigno y lo
justo.
No me puedo dormir, me revive a
las 16 presas de EL Salvador, a las que sobreviven o mueren por aborto
clandestino, a las que viajan de “vacaciones” para hacerse un aborto en un país
donde es legal, me recuerda a todas ellas, las que lo gritan y las que lo
esconden, a las que deciden y lo defienden, a las que deciden y lo niegan. ¡Qué
mundo, este mío!
Y vuelvo al papel de la familia
como base de la sociedad, no creo que sea normal que no hablemos de esos temas
tan horrendos, si no lo tocamos o nos hacemos de la vista gorda, estamos
permitiendo que esas plagas intrafamiliares sigan robando la inocencia de
nuestras pequeñas creaturas.
La tortura es delito, todas lo
sabemos. Y usted como le llamaría a eso que vive una niña de diez años,
violada, embarazada, obligada a parir, con su madre en la cárcel? Con el
violador prófugo pero libre, y amparado en la criminal presunción de inocencia.
Es que esta realidad enferma, me convierte en una afectada indirecta, no puedo
estar contenta con los silencios de todo dios.
Tras su inocencia de niña, no
sabe, ni tiene idea de lo que pasa aquí a fuera, ni siquiera presiente que la
están ofertando, que la están obligando, que la están pisoteando, no tiene ni
idea que su vida está en peligro de muerte. Ella, desnutrida con solo 39
kilogramos de peso se desarrolla junto a lo que crece en su vientre. Una matriz tierna, desarrollándose a la
fuerza, una niña aprendiendo a patadas a ser mujer, a cumplir con esos malditos
roles que nos separan los unos de las otras.
La imagino viendo los muñecos de
la tele, perdida, viendo sin ver nada, lejos de casa estando en ella, durmiendo
sin dormir. Ya es la máquina de
parindería del estado, de la silenciada sociedad, del vaticano, del mundo que
no escucha las cadenas globales de odio contra las mujeres, contra las niñas y
los niños. Es la bandera de un sistema patriarcal que ha enajenado a las
personas de lo humano y del sentido común.
Se abusa desde el silencio, desde
la complicidad de mirar hacia otro lado. La niña es la bandera de los “pro vida”. La vida de ella no importa, es un ser tutelado, un ser
incapaz, una cometa maniobrada por el hilo gigante del poder.
Mi hija, mi nieta, ni vecina, mi
amiga, la niña no sabe que en su nombre los vampiros se reúnen y votan, legislan
o guardan silencios. La anulan y le arrebatan lo que poco que tiene, no es
nada, ni nadie es solo una niña que tiene útero y que el estado, la sociedad, la iglesia
y el violador piensan que es de su propiedad.
La madre está en la cárcel,
¡Culpable!, no puede abrazar a su hija, ni acompañarla en el calvario que la
han obligado, dos mujeres entre rejas, dos mujeres torturadas por las leyes fálicas
que gobiernan el mundo.
La puerta giratoria entre la familia
y la sociedad tiene el eje oxidado, se detiene a menudo, ha perdido equilibrio
y dirección, tiene su ruido propio, es un peligro constante. Para mejorarla se
puede cambiar el eje, la puerta completa, se cambia el modelo de familia o la
sociedad se cuestiona y cambia todo el Sistema.
De un hogar de agredidas y
agresores, de violadas y violadores, de maltratadas y maltratadores, de
gritones y silenciadas, no puede salir un hombre o mujer con otra forma de ser, porque para
colmo la educación es insuficiente, la reproducción tradicional se reafirma en
todo los medios de comunicación global y las leyes que emanan de unos hombres
que vienen de hogares habituales, sociedades que no respetan y gobiernos que no
garantizan ni representan los intereses comunes que necesitamos para ser
ciudadana plena.
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