viernes, 8 de mayo de 2015

Si tu hija, tu nieta, tu hermana, tu vecina, tu amiga, se viera en esta situación ¿cuál sería tu reacción?

Si tu hija, tu nieta, tu hermana, tu vecina, tu amiga, se viera en esta situación ¿cuál sería tu reacción?
En el mundo global hay algo que apesta, que huele fatal, que todas lo sentimos pero, que por  una u otro motivo, ni lo hablamos, ni lo cuestionamos y mucho  menos que queramos cambiarlo. En comparación con la masa global de población humana, las activistas somos pocas y mayoritariamente mujeres.
Todas sabemos desde la escuela que la familia es la célula fundamental de la sociedad, y así lo recoge la Declaración Universal de Derechos Humanos, ¿La familia es un patrón adecuado para ser la base de la sociedad?  También pienso que la familia es importante, pero necesitamos depurar cosas que pasan y se silencian en las cuatro pareces donde habita el núcleo familiar. Según el estudio de las Organización de Naciones Unidad uno de los mayores maltrato a menores es el abuso sexual, por supuesto que el que menos se denuncia. El agresor es un hombre y ocho de cada diez denuncias el agresor es el padre, esposo o pariente cercano.
¿Cuántas niñas y niños son violados en los hogares? ¿Cuántas menores son embarazadas y obligadas a parir, cuantas niñas han parido a sus hermanos en casa del violador, de cuanto casos sabemos y cuando hemos hablado de ello?
¿La cultura del miedo, la doble moral o la enajenación son las causas o efectos para  tolerar a los violadores dentro de los hogares, desde cuando tenemos violadores en las familias y porque no hablamos del tema? Una familia que silencia, convive y tolera la felonía no producirá nunca buenos ciudadanos, y si la familia esta mala, la sociedad estará podrida, no puedo entenderlo de otra manera.
Mientras acompaño a la persona mayor que cuido a ver el juego de la fiebre del futbol, leo, comento y retwiteo sobre la niña violada, embarazada de Paraguay, su madre esta presa, el delincuente anda prófugo como todo los cobardes que huyen después de hacer daño. El estado y la sociedad muy bien gracias. ¡Es que me da algo!
Algo huele mal, el hedor es un problema global, como global también son las soluciones paliativas que existen para tapar, olvidar, mirar para otro lado, anestesiar con pan y circo (futbol, baseball, tauromaquia, …) drogas o medicamentos que tienen la misma función de enajenar.
La estrategia de enajenación a las masas es una práctica que arrastramos desde los gladiadores romanos, y que se vive cada día en cada sociedad. Mientras la fiebre de futbol está en su máxima temperatura, hay Feminicidios (mujeres asesinadas por el echo de ser mujeres), violadas, embarazadas obligadas a parir, abortos clandestinos, maltratadas, hay mujeres secuestradas, mutiladas, torturadas, desaparecidas y no pasa nada. Hasta puede ser una mujer cercana a la persona anestesiada.
Si somos enajenados ya sea por pan y circo, por pastillas u otro tipo de droga, somos incapaces de percibir la realidad del entorno, y como estamos en esa condición llegamos  hasta  a ver como  “normal” los abusos de poder, el feinicidio, la corrupción, las violaciones, los malos tratos, las vejaciones en general.
Si tu hija, tu nieta, tu hermana, tu vecina, se viera en esta situación ¿cuál sería tu reacción? Mi reacción no puede ser de aparenten normalidad, estoy harta de que se siga pensando que la familia es un lugar seguro, donde no pasa nada,  donde se debe seguir defendiendo como una base importante en la sociedad. En la familia, las mujeres, las niñ@s y las adolescentes viven: Incesto, violaciones, malos tratos, aislamiento, control y  privatización del cuerpo y la voluntad, las mujeres aguantan porque el estado no es garante o crea parches insuficientes para respaldarlas.
La niña de Paraguay  solo tiene diez años, no tiene rostro, y ya es una causa global, un icono que nos quita el sueño a las que queremos que siga siendo niña, a las que queremos que crezca sin prisa, a las que queremos que siga en la escuela, que juegue, que grite, que corra, que baile, que lea, que haga lo que todo niño hace a su edad, que pueda abrazar a su madre, y besar el viento mientras la arrulla.
Y pasan los días  y la niña sigue con su calvario, sigue con su pansa a cuesta, sigue a la espera de la voluntad de los que no saben qué es eso, sigue entre el delgado hilo de la vida y la muerte, entre lo indigno y lo justo.
No me puedo dormir, me revive a las 16 presas de EL Salvador, a las que sobreviven o mueren por aborto clandestino, a las que viajan de “vacaciones” para hacerse un aborto en un país donde es legal, me recuerda a todas ellas, las que lo gritan y las que lo esconden, a las que deciden y lo defienden, a las que deciden y lo niegan. ¡Qué mundo, este mío!
Y vuelvo al papel de la familia como base de la sociedad, no creo que sea normal que no hablemos de esos temas tan horrendos, si no lo tocamos o nos hacemos de la vista gorda, estamos permitiendo que esas plagas intrafamiliares sigan robando la inocencia de nuestras pequeñas creaturas.
La tortura es delito, todas lo sabemos. Y usted como le llamaría a eso que vive una niña de diez años, violada, embarazada, obligada a parir, con su madre en la cárcel? Con el violador prófugo pero libre, y amparado en la criminal presunción de inocencia. Es que esta realidad enferma, me convierte en una afectada indirecta, no puedo estar contenta con los silencios de todo dios.
Tras su inocencia de niña, no sabe, ni tiene idea de lo que pasa aquí a fuera, ni siquiera presiente que la están ofertando, que la están obligando, que la están pisoteando, no tiene ni idea que su vida está en peligro de muerte. Ella, desnutrida con solo 39 kilogramos de peso se desarrolla junto a lo que crece en su vientre.  Una matriz tierna, desarrollándose a la fuerza, una niña aprendiendo a patadas a ser mujer, a cumplir con esos malditos roles que nos separan los unos de las otras.  
La imagino viendo los muñecos de la tele, perdida, viendo sin ver nada, lejos de casa estando en ella, durmiendo sin dormir. Ya es la  máquina de parindería del estado, de la silenciada sociedad, del vaticano, del mundo que no escucha las cadenas globales de odio contra las mujeres, contra las niñas y los niños. Es la bandera de un sistema patriarcal que ha enajenado a las personas de lo humano y del sentido común.
Se abusa desde el silencio, desde la complicidad de mirar hacia otro lado. La niña es la bandera  de los “pro vida”. La vida  de ella no importa, es un ser tutelado, un ser incapaz, una cometa maniobrada por el hilo gigante del poder.
Mi hija, mi nieta, ni vecina, mi amiga, la niña no sabe que en su nombre los vampiros se reúnen y votan, legislan o guardan silencios. La anulan y le arrebatan lo que poco que tiene, no es nada, ni nadie es solo una niña que tiene  útero y que el estado, la sociedad, la iglesia y el violador piensan que es de su propiedad.
La madre está en la cárcel, ¡Culpable!, no puede abrazar a su hija, ni acompañarla en el calvario que la han obligado, dos mujeres entre rejas, dos mujeres torturadas por las leyes fálicas que gobiernan el mundo.
La puerta giratoria entre la familia y la sociedad tiene el eje oxidado, se detiene a menudo, ha perdido equilibrio y dirección, tiene su ruido propio, es un peligro constante. Para mejorarla se puede cambiar el eje, la puerta completa, se cambia el modelo de familia o la sociedad se cuestiona y cambia todo el Sistema.
De un hogar de agredidas y agresores, de violadas y violadores, de maltratadas y maltratadores, de gritones y silenciadas, no puede salir un hombre o  mujer con otra forma de ser, porque para colmo la educación es insuficiente, la reproducción tradicional se reafirma en todo los medios de comunicación global y las leyes que emanan de unos hombres que vienen de hogares habituales, sociedades que no respetan y gobiernos que no garantizan ni representan los intereses comunes que necesitamos para ser ciudadana plena.

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