jueves, 22 de mayo de 2014

Carta de una interna.


Cuéntame del río, del verde eterno que se extiende por la carretera, cuéntame de la corriente  de la culebra, descríbeme un día de lluvia, una noche de tormenta, de la lagartera. El Esquirín sigue ahí? cuéntame de la montaña rusa de la emboscada, no dejes que se me olvide.
Cuéntame de la Posa Bruja, ¿Has pescado últimamente?, no dejes que se me olvide su geografía, la magia del salto, las manos abiertas de las hojas verdes de tu palma.
Guardo conmigo la silueta de tu imprudencia, la rabia desnuda que aplaude sobre las paredes de la roca que escuchó nuestros agitados cuerpos.  Mi corazón galopante se perdía en la caída del agua. Que días, que no se me olvide ninguno.
Aquí, ya vino el frío, habito en una casa hornilla, tiene calefacción las veinte y cuatro horas de los días, ¿huelo a chamusca? Afuera, el frío me quema igual que un sol de Managua, sales siendo una cebolla con todas sus capas. ¿Ya me contarás de regreso a la hornía?
Me levanto todo los días a las nueve de la mañana o esa debería ser  la hora que me levante, según mi jefe. Yo me levanto calladito a las siete de la mañana me siento junto al radiador de la cocina con un buen libro y una tasa de café de Colombia, no tengo ahora del nuestro. No me acostumbro al café de aquí, ese sabor que le da el torrefacto, no me "gurmoni" mucho como dice mi compadre y por cierto que siempre le recuerdo, cantando a todo pulmón en su hamaca y frente a la Tele.
¿Sabes porque los días de una interna son tan lejos?
Estoy en España, en Madrid, una cuidad de casi tres millones y  medios de habitantes, gente de todo el mundo. Es un puerto sin mar, claro que este es mar  de gente ¿a que sí? hay de todo los colores y todas las lenguas. Es genial moverse en este mundo con todos los colores, olores, sabores, melodías  y secretos.
Es tan grande, que  no es posible ni conocer el vecino más cercano. Paso todo los días frente al parquecito y siempre les digo "adiós, buenos días, bonito día,..." a veces tengo respuesta y a veces nada, pero ni siquiera una media risa, nada. Por eso, creo que es el mar, un mar nunca se puede conocer, no conozco a alguien que me cuente de la profundidad, de sus especies, sus colores, su todo.  Todo es superficial. Aun no creo que sean gente triste o arrogantes, creo que los han entristecido o se hicieron viejos.
Ya sabes que nunca he sido una mujer correcta, me encanta y soy feliz siendo loca. Del teatro de mi vida, soy la protagonista principal. Que sería de mi vida si no fuera loca, ¿te imaginas? No es que ande buscando alguien en especial, pero lo normal es que las personas nos podamos ver e interactuar, una risa, una mirada te cambia el día y no cuesta nada. En el momento que hago eso, es cuando me siento mejor, el aire de la calle me airea un poco. Me da risa, me sentí como algún paquete. El aire que  respiro dentro esta chamuscado por tanto calor y humor nuestro. ¿Vos sabes cómo es estar encerrado?,   huelo cajón, a armario a ropero sin abrir, lo bueno que la nariz también se acostumbra y la chamusca resulta siendo agradable.
Aquí el vecino más cercano no es el hermano, como lo hemos aprendido nosotros. Son raros y contados los vecinos que se conocen, que se preguntan ¿cómo está el día de hoy? Eso debe ser normal, y lo entiendo pero no es mi mundo, sigo aprendiendo, de todas maneras un día me regresaré. Cuéntame del río, de la montaña, de los pájaros de la mata de bambú, no dejes que se me olvide.
Mi jefe dice que vivo en la mejor calle, en la mejor casa, con el mejor viejo, ha, y en la mejor ciudad. Está claro, es su mundo y del lugar de uno nadie puede hablar mal. Eso no lo dudo, y creo que mis días aquí, son menos largos que los de Jenny, Gioconda, Martha, y tantas otras internas que solo las he podido conocer por  teléfono. Mi jefe tiene razón Madrid es original y Usera un barrio con mucha historia.
Kike tiene noventa años,  mente lúcida, conserva el aspecto de un cuerpo fuerte, robusto y hermoso de un bombero. El ánimo a flor de piel, ya eso es bastante no? Me gusta su sentido del humor. Que bien que me toco un jefe como él. El respeto y valoración de mi trabajo me tranquiliza y me da fuerzas para luchar junto a  mis hermanas por las otras mujeres que se las están comiendo los cajones en esas otras casas anónimas, cercas y a la vez distantes.
El empoderamiento  y utopías de Pepa, Rafa, Maite, Ana, Mariela, Aleida, Marieta, Amalia, Carre, Juli, Tere, Lucre,Moni, Alicia, Meissa, Sachenca, Aydinn, y toda las mujeres de  Territorio Domestico. La fuerza de Merche, Tatiana, Graciala, Almita, Susana, todas y cada una de las mujeres de la Red Latinoamericana de Mujeres, las feministas del sol, de nosotras en el mundo, de todas las mujeres organizadas, me ha salvado la vida. No se vivir fuera de la masa luchadora. Desde que me reconocí feminista no he soltado la brújula de la libertad y la vida plena.
Tengo suerte de tener un Jefe que tiene ganas de vivir, que ve la vejez  como una parte necesaria y propia de las personas. No es solo porque quiero el trabajo, él me anima con sus pláticas, las historias de España, como era la vida en aquellos años de la Guerra civil, lo que comían en tiempo de escases. Y te cuento que aprendí a hacer un puré de San Antonio, tiene cierta relación con la crisis de la guerra civil. Aquel puré era de masa de  maíz. El actual es de acelgas, pechuga, aceite de oliva, sal al gusto y patatas, se pone al fuego, luego se licua y listo, es delicioso.  Cuando llegue lo haré, no, mejor te paso la receta y tú lo haces. Así lo pruebas antes de mi llegada. Ya verás, es una delicia, claro, que este no lo hace por la actual crisis, lo hace por la relación que tiene con su pasado y porque es “cojonudo” como me ha enseñado a decir, pero yo solo se lo digo a él, no es una palabra que quiero repetir en mi pueblito cuando regrese.
Cada cucharada que se come recuerda y ve a su madre cuando lo preparaba. Levantando la cuchara respira y dice “¡mmm que puré más delicioso! Se llama Puré de San Antonio.”   La comida es un conector, ¿te acuerdas cuando me contabas que te comías un huevo pasado por agua con dos o tres tortillas? y eso también tiene que ver con la guerra. Malditas guerras, como hemos tenido que vivir así, que se gana con la violencia, con hacer armas, cuánto vale una bala, un fusil, un cañón, una carabina, un avión bombardero,  una bomba, y todo lo que utilizan en la guerra? Si todo lo que se invierte en equipamiento militar se utilizara para dignificar la vida de los empobrecidos, el mundo sería más habitable. Fíjate,  el puré  de la guerra civil y del huevo pasado por agua de la guerra contrarevolucionaria,  hasta donde nos lleva, pero de guerra es de lo que menos quiero acordarme. Solo quiero que no se me olvide nada del mundo de dónde vengo, quiero aprender, crecer y fusionar estos dos escenarios de mi vida.
Cuéntame de las mujeres de mi pueblo, de las luchas que han logrado, del progreso si es que ha llegado, cuéntame si han florecido las rosas este año. Cuéntamelo todo, todo lo que tenga que ver con migo.
Siempre creo que las mujeres migradas, desplazadas por la razón que sea debemos estar conectadas con otras, estar organizadas, hacer cosas juntas, hablar de todo lo que nos afecta, de los logros, de las alegrías, también de las tristezas. Compartir la historia en el grupo nos contagia de alegría si es de fiesta y de solidaridad y animo si es de tristeza. Una masa que se mueve, no deja que las cadenas ahoguen a la que está sola.
El trabajo de una interna no es mucho que digamos, metes la ropa a la lavadora, tiendes la colada, la entras, planchas y limpias toda la casa y haces los baños. Haces la compra y preparas la comida (desayunos, meriendas y cenas). Suministras y controlas cada medicación, miras el programa de preferencia para quien trabajas. Atiendes el teléfono, esa bendita máquina de los comerciales, de teleasistencia, de la familia. Aquí soy carpintera, fontanera y electricista. Te acuerdas cuando queme todo los cables de la casa. Ojala que no queme ésta o me queme yo, pero siempre sigo las instrucciones de mi jefe, él fue un buen bombero. Estas veinticuatro horas dispuestas a cuidar. Me ha costado tanto aprender a poner límites, a dedicar tiempo para mí, ya voy por buen camino, eso sí.
Gracias amor por las fotos y videos, del río, del campo, y de mi gente linda.

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